lunes, 22 de agosto de 2011

Dejadme con el ruido de las olas.

La noche tenía razón sobre nosotros:
aún es pronto.

El flexo no se enciende.
Las miradas tienden a cerrarse.
Nuestros queridos sueños
nos amilanan las mañanas
mientras que los labios
encadenan cada instante
convirtiendonos en eternidad.

Suave crujir de guitarra,
composición tierna y agitada de piano,
martillo contra hilo
ligero hilo que nos condena
a la imposible melodía de nuestros besos.

En el fin del mundo las playas no tendrán nombre
y serán todas de aquella arena marchita
en la parte baja del embudo
que un día
nos ahogó.
No podremos bañarnos en sus aguas,
no juntos,
pues miraremos con pasión la arena mojada,
y ahí,
observa,
atenta,
siguen grabados nuestros recuerdos,
y no hay ola que los abata,
pero a nosotros,
lo que es a nosotros,
se nos acabó el tiempo.

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