lunes, 16 de enero de 2012

Hola Eternidad.

Hola eternidad.
Quiero presentarte a alguien.

Tú que dejaste a Homero sin nombre,
vestistes los caballos de madera, derrumbando murallas,
y encallaste el barco de Ulises en aquella isla.

Tú que hiciste emperador a Carlo Magno,
oculto en su caparazón lleno de escudos, tintado en sables,
y le arrebataste la voz con una fiebre cualquiera.

Enmarcaste a un hombre en una cruz,
de cuyo costado surgió agua, quemando las miradas,
cauterizando las heridas con lenguas de fuego.

Ocultaste hasta ahora tumbas de imperios,
con una mano lángida la arena, con otra firme el invierno,
y de los muertos solo quedarán esqueletos.

Con su garrote Polifemo defendió a Galatea,
le diste a Quevedo versos que desdibujó con su sable,
y a un pobre hombre un orinal y un escudero.

Les distes a los religiosos motivos y poemas,
y a otros inabarcable vara de hierro, traje rojo y azufre,
con el que quemaron amores que no recuerdan.

Cambiando de belleza pero no de corazones,
lo que le diste al cabello de Venus, le regalaste a Marilin,
y tu capricho impidió que el viento envejeciera.

Pero si hay algo que trapase la Luna Luna,
los taxis, los caminos, las golondrinas, los cañones por banda,
los momentos inolvidables de la historia,

será una sonrisa, un beso, una larga melena,
unas mejillas que levantan tierras más altas que el Himalaya,
una presencia por la que vivo y muero escribiendo poemas.

Hola eternidad. Quiero presentarte a alguien.
Ya habrás oído hablar de ella en mis sueños y tempestades.
Es el motivo por el que existe la belleza:

La llaman poesía.
Yo, cuando la veo, me quedo sin nombres.



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