sábado, 28 de enero de 2012

Track 3, segunda parte.

Giras, esquivas, rechazas, apartas la mirada, pero al final te acaban encontrando. Siempre.
-¡Llevas unos días perdido! -dijo una amiga a él en medio del pasillo de la universidad.
-¿Yo? Qué va. Estoy donde debería estar.
-Sí, ya, bueno.
-De verdad -insistió él.
-¡Que sí! ¿Vas a comer aquí hoy?
-Pues... voy a comer en la universidad, pero algo muy rápido y fugaz. Tengo cosas que hacer.
-¿Qué cosas? -En ese instante una amiga se percató de que algo no andaba bien, y volvió a preguntar afilando la mirada- ¿Qué cosas?
-Pues unas cosas.
-Tú sabrás.
-Que me tengo que ir.
-Anda, tira. Ya me contarás.
-Que sí...
Cuando él se dispuso a seguir su camino una amiga le volvió a llamar.
-¡Eh! ¿Estás bien?
Él giró dramáticamente hacia ella mostrando una sonrisa peligrosa, unos pómulos puestos de pie, una oscuridad profunda. Era un duelo. Pupila contra pupila. Un redoble de guitarra española, temblando, crujiendo. Se sostuvieron a lo largo de segundos en un forcejeo innecesario. Una amiga quería escuchar, él quería dejar lo que veía:
Los rostros se amontonaban, difuminándose esotéricamente como una cascada. Cualquiera cabello largo tenía su forma. Cualquier mejilla redonda parecía otra. Cualquier figura pequeña, cualquier risa tramposa. Esos ojos redondos, propios de una novela, se reflejaban como espejismos en medio de un desierto donde el oasis tenía forma de mujer, o el espejismo tenía forma de mujer, o sería que el desierto tiene forma de ausencia, y aquellas personas se acumulaban como granos de arena. Estaba sediento. Tanta sed...
-Estoy perfectamente.
La perfección de la crueldad.
Los segundos tienen forma de rosa.

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