Pudiendo elegir los vasos que no bebo
prefiero elegir los que me beben.
No aquellos perfectos.
No aquellos con esmalte de rubíes
ni baños en oro.
Prefiero baños cálido
y rubíes desgastados
por mis labios de invierno,
cortados
ahora en cicatrices
por cada uno de los versos que me quitaron de la boca.
Quiero corromper los rubíes
hacerlos polvo
y llenar el vaso
el vaso que elijo
el vaso que contiene la miseria
y no lo corrompe.
El que me trata como un niño
y me deja beber
el que me ve sediento
y hace de mí un borracho
un hombre sincero,
variable
inexplicable
obtuso,
un hombre,
un vaso
del que no beberías.
Del que no deberías beber.
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