Un globito de chicle flotando por encima de su cabecita. Sin querer, estira los dedos, moviendo la marioneta. Vestido cortito. Largo cabello recogido. La boca manchada de chocolate. Y el globito, suspendido, presenciándolo todo.
Ella es tan pequeña, que si alza el rostro, solo se refleja la esfera dulce en el espejo. Estira la otra mano, de dedos diminutos, y si la toca la piel se pega, se funde, y sabe a caballitos, a tierra, a raspadura en las rodillas con su llanto.
Pero el hilo que las une, el hilillo fino, el día que aparezca su frente, se deshojará.
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