domingo, 29 de abril de 2012

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Imposible.
Cuando el velo me zurció la garganta
canté imposible.
Las bestias se arremolinaban a mi lado rugiendo más cerca de mi oído
y volaban como barajas de cartas por un desierto.
Y el desierto, si se derrite, es nieve,
pero es nieve pintada con las manos.
Lo sé por el camino.
Lo sé porque debajo se derrite hasta la tierra,
y debajo se derrite hasta los mares que se derrite hasta el fuego
pero nunca he visto el fuego apagarse.
Lo he visto marcharse, lejos, a lomos de cometas,
pero nunca jamás lo he visto muerto.
He visto sus bártulos, he visto sus cenizas,
pero nunca jamás lo he visto muerto.
Lo he visto en mis manos.
Y cuando he llegado, y no había nada...
Me he encontrado con un armario lleno de nieve.

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