martes, 22 de mayo de 2012

El batir de la revolución.

Me gustaría creer en un país más alegre. En uno con pájaros, o nubes, o vecinos. Pero no, hay uno con ruidos, lluvia, y personas molestas que no entienden nuestra forma de vivir, y acabamos odiando la libertad.
No me extraña. Nadie ha entendido todavía lo de "la libertad de uno acaba donde la libertad del otro", y lo hemos sustituido por "la libertad de uno acaba donde quiere uno". No hay acuerdo, hay guerra, pero lo llamamos respeto, y todos contentos.
El insulto es una variante de la descripción convertida a la hipérbole más dura, y nadie quiere escuchar ni uno, aunque ciertamente lo sea. Nadie quiere una mala crítica suya en un periódico, pero sí alabanzas.
La crítica constructiva es aquella que no se dice. El 15 M es un grupo plural que tacha y repudia todo aquello que no consista en "luchar", "gritar", etc., como si esa fuera la única forma de llamar al pueblo. Un eslogan bonito es un eslogan bonito, y ya está.
Y no a todo el mundo le gusta la misma poesía. Habrá quien adore a Neruda, habrá quien adore a Darío, habrá quien adore a Ángel González (cosa que no hago), y habrá quien adore a Salinas (cosa que sí hago), pero la poesía es así.
Todos se leyeron entre ellos, incluso los muertos leyeron a los vivos tanto o más que los vivos a los muertos. Por eso la revolución de hoy no es poesía, porque ninguno de los demás sería nada sin ninguno de los demás, y hay quien sólo cuenta con uno.
Las pancartas hoy en día sólo sirven para darse viento, pero ese viento no revoluciona la revolución. Quizás algún día se den cuenta. Mientras, la mariposa, deja de batir sus alas.

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