Ella
era como salir corriendo trás de ella, cuando ella mirase sin mirar del todo,
con ese gesto de despiste, esas prisas por perderme, y esos pies desnudos por
atraparla.
Entonces,
asfixiado, me detendría. Ella, volando, nunca se cansaba.
Moviendo
los dedos del pie me alzaba el rostro. Desde el día que la conocí, no ha habido
acto alguno que no haya hecho para salvarme la vida un poco más.
Entonces,
me besó, con todo el aire que ello conllevaba. Cuando caí con el peso de una
pluma miles de mariposas escaparon de sus flores.
Ese
beso le provocaría a mi cerebro una falta de oxígeno que lo atontaría de por
vida. En realidad ya estoy bien muerto, pero no me importa. Cada beso va cavando una tumba entre las nubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario