domingo, 31 de julio de 2011

La fuerza de los peros es una anécdota destruída por nuestros besos.

Hola, dulce y pequeña maga.
¿Qué tal?
Yo bien.
Todavía pienso que estás aquí a mi lado,
con los ojos cerrados,
y sin mover apenas las manos.
Los pies los tengo en alto,
hasta que me canse,
por si pisara la realidad y esta doliera,
como esto que tengo en el pecho,
¿cómo se llama?
No me deja respirar.
O es que no quiero respirar si estoy tan lejos de tu cuello.
Pero,
¿volverás?
Sé que puedo ser un niño contigo,
pero es que tú eres mi niña,
y hemos jugado tanto en tan poco,
que esperaré todos los días sentado esperando tu llamada.
Podríamos jugar a que me hundo entre tus brazos
a que te diviertes con mi pelo,
a que hacemos una guerra de almohadas con nuestras bocas,
a que nos engañamos y no nos queremos,
a continuar nuestro hilo de pensamientos cuando huyes hacia tu casa.
Yo, personalmente, jugaré a escribirte.
Te escribiré una carta cada día,
pero no te las daré todas.
No.
Quiero,
que algún día,
todas las palabras que pueda decirte,
seas capaz de recogerlas.
Quiero que seas capaz de atraparlas.
Pero quiero que sean solo nuestras.
Los demás podrán dejar sus miradas y le parecerá, o no, bonito.
Pero esto es para nosotros,
por lo mucho que hemos tardado en encontrarnos,
por lo poco que hemos tardado en querernos,
por el infinito viaje que nos queda para descubrirnos a nosotros mismos,
amándonos.
Que no te engañen,
que yo he sentido,
pero nunca he muerto de tanto sentir.
Llámalo único,
llámalo nuestro
llámalo eterna busqueda de la encontrado
y ahora eterna lucha de lo vivido.

Con cariño, siempre, maga mía,
firma aquel que te arruinó la vida,
y que tantas ganas tiene de seguir arruinándotela.

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