domingo, 16 de octubre de 2011

4

-Hace mucho tiempo vi a un hombre en lo alto de un edificio. Era un albañil, trabajando, sin apenas seguridad... Y en ese momento en el que mis ojos aterrizaban por ahí, ese hombre cayó. No oí su grito, oí el mío. Sentí cada uno de mis latidos, como puñetazos.
>>Suspiré. El trabajador se había quedado suspendido, por una cuerda, balanceándose como una honda, entre los altos edificios de la ciudad, como dioses sin manos, reflejando en sus ventanas el desastre, vacíos de intenciones.
>>El hombre intentaba subir. Gruñía. Se movía. Alzaba el brazo. Gritaba... Y gritaba... Y gritaba... Como un eco de sufrimiento. Y yo no podía hacer nada. Nadie podía. Intentarlo sería un suicidio. La cuerda, pude fijarme, le agarraba la pierna con cierta ironía. Era como una carta de tarot. El miedo podría haber enmarcado cada silencio... como si se rindiera. Como si no hubiera más remedio en el mundo que el de rendirse a lo que pasa. Bajo sus manos no había árboles.
>>Veíamos como descendía. Veíamos, ante nuestros ojos, como iba perdiendo la batalla contra sí mismo, y la arqueada pierna que hacía malabarismos para sostenerse un segundo más apenas respiraba con normalidad.
>>Entonces apareció un hombre. Otro hombre. Cogió una cuerda, se la ató, y se dejó caer, como se dejan caer los ángeles, con los ojos bien abiertos y la incredulidad en el pecho. El tiempo contuvo el aliento. Las manos del héroe no alcanzaban a la pobre criatura por mucho que se estirara. Y entonces ocurrió lo más bello que he visto en mi vida: El héroe se soltó, se agarró a la cuerda con una mano, y con la otra levantó en peso al pobre albañil, que se agarró a su propia vida, y luego, al metal de la grua, tan cálido...
>>Todos pudimos ver la sonrisa del héroe. No porque nuestra vista alcanzara, sino... porque nos alcanzó.
>>Cuando el trabajador consiguió estabilizarse fue rápidamente a ayudar a su salvador, pero ya era demasiado tarde. Cayó. Cayó como lo hacen las plumas, o como las alas bien abiertas de un halcón, o como una bolsa de plástico, o como un héroe. Esa imagen daba una extraña y agobiante sensación de...Uf... Felicidad.
>>¿Sabes qué fue lo mejor? Que no encontraron el cuerpo del hombre. Nadie lo vio llegar al suelo. Simplemente desapareció. En la prensa le pusieron un nombre, Juan. Nunca super muy bien por qué, ni me importa. Por eso no tuve miedo cuando me lancé a protegerte, chiquillo. Porque sabía que no me iba a pasar nada. Y si no recupero la capacidad de andar, al menos puedo sonreír sabiendo que te he dado a ti la capacidad de vivir, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario