jueves, 20 de octubre de 2011

Sueña conmigo.

 -Para todos aquellos que eligieron echar de menos, y aún les duele.


Si no doliera
No nos quedaríamos mirando el humo que surge de la taza de café
creyendo que el torbellino de alientos al entrecruzarse le pertenece a nuestras manos
que se fundirían como un día hicieron tu cuello y mi boca.

Sí.
En aquel bar tomamos la decisión de que sería la última.
El último tiro, lo llaman,
y ahora solemos estar muertos:
cuando suena el mismo hilo musical
cuando una sombra en la calle me dibuja a tu lado
cuando del vecino surge el instrumento de nuestra última canción
entonces los adióses se resienten
y el pecho es un niño de veintiún años que gime y llora.

Niños.
En la larga travesía el frío te invade.
Unos brazos invisibles te abrasan
y cierras los ojos recordando historias.

"Voy a contarte una historia.
En ella me permito el error de quedarme cerca de ti y abrazarte mientras nuestros labios se muerden, se saborean como la fruta madura, la rabia por una vez no cae por mis mejillas, sino por tu boca, y mi dedo tiende a limpiarte la lástima, para dibujarla en tus ojos, en tu sonrisa... Y no quiero sentirme Eponine... Pero ojalá... ojalá esto no fuera solo una historia... ojalá no quisiera decirte lo que quiero decirte y lo que quiero que me digas que suena para mí como la música para nuestros oídos y acabemos descubriendo ese sexto sentido que hace que juntos todo tiemble y perdamos el aliento"

Bebe conmigo.
En la misma terraza de siempre, con los mismos ojos, no son las mismas estrellas.
Se han ido donde tú estás
para cuando las veas
recuerdes sus nombres y las tonterías que nos inventamos.
Y cada estrella tiene el nombre de cada una de las páginas que te escribí
y que tú me escribiste
y que nos escribiremos,
y que por un azar que no busco comprender, jamás nos daremos el placer de leernos.

De pronto...
...una estrella fugaz.

Cuando alargas la mano para agarrarla
resulta que se ha ido.

Y quieres gritarme y decirme que deje de echarte de menos,
como si tú pensaras menos en mí,
como si yo fuera el único que ve como al teléfono le salen ojos y boca,
y repite una y otra vez ¡no seas idiota!

Porque una vez nos sentimos tan idiotas...
Allí, encerrados, digamos, en nuestro ático.
Algo te acaricia los recuerdos y vuelves a estar allí
un segundo
un instante.
Y te das cuenta que sonríes
y no quieres sonreír.
Ese puente de piedra que dibujas en tu cara
conecta las lágrimas con el corazón
los momentos pasados con los vellos erizados
los abrazos con el viento
que deseas desde lo más profundo de tus sueños que estén cargaditos de mis besos.
Entonces las paredes se rompen.
Los poemas se rompen.
Las miradas, y las bocas, se rompen.
Estallan.
Y escuchamos canciones que no queremos escuchar

solos

.

Pero el silencio suena tan bien cuando estamos juntos... ¿recuerdas?

Y hay cosas que solo tú y yo entenderemos,
que si yo te digo
extrayuxtaba
tú sabrías responderme
paramovía.

La rayuela dibujada en el suelo.
Como piedrecita, las miles de cosas que quieres decirme,
y que nunca me has dicho por si resulta que así se vuelven reales.
En un extremo seguir tu camino.
En el otro, equivocarte.

Y cuando termines de jugar quieres que esté al otro lado
y alce el saxofón que lleve a mi boca
brillante
y al bajar los labios sostenga tu vida y la mía.
Pero no puedo simplemente guardarte en el estuche y decirte "buenas noches".

No es justo.
No es justa esa desgarradora necesidad de seguir haciendo música,
de despertar con el instrumento a tu lado y hacerle gemir.

Amor, descansa.

Sueña conmigo.
Nuestros recuerdos  siguen ahí.
Canta conmigo las canciones que nos sabemos.
La paredes siguen pintadas
y los taxis no pararán de correr.
Los sueños se pintarán en nuestras frentes.
Te escucharé cuando no estés,
Cerca de ti, al otro lado de la pared.
Todas las canciones que me cantastes
y que ahora son nuestras.
Sueña conmigo.
Nuestros recuerdos siguen ahí.
No podrá ser
pero en nuestros sueño será
y por mucho que nos quema el echarnos de menos
mira a la tristeza a los ojos
y dile
que tienes toda la fuerza que yo te di.
Sueña conmigo.
y allí apartada dibuja como nos vamos acercando
como nuestros besos son tan...
bellos...
que hace que nuestros recuerdos sigan ahí.

Si te niegas a que sigo ahí
en tus sueños
jamás podrás dormir.

Pero ese es el problema, ¿no?

Ahí estoy, a tu lado,
en esa cama vacía.

Por último déjame decirte...
Mientras me odias un poco más por cada una de las palabras escritas:
No hagas de cada uno de nuestros recuerdos un arañazo,
sino un beso,
un poema.

Pero ese es el problema, ¿no?

Ahí están, los versos,
pero no está el poeta.

sssh... calla...
Olvida cuanto duele
y escucha
atentamente
cuánto te echo de menos.
Cuanto nos echamos de menos.
Cuánto nos amamos.
Y qué dificil es ignorarlo.

¿Será, quizás, porque no queremos?

3 comentarios:

  1. "No hagas de cada uno de nuestros recuerdos un arañazo,
    sino un beso,
    un poema."


    Los poemas son besos que arañan. Que escuecen. Eso, por supuesto, si son buenos.
    Arañarán, picarán, rematarán. Si no, los olvidarían. Y como concluyes en tu poema... no, ni tú mismo quieres eso.
    Genial el poema.

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  2. ¡Qué extraña conexión se hace de la soledad física y la compañía de ESE alguien en ese otro plano metafísico!

    Creo que el poema no sólo es precioso, sino que es muy bueno. Y como la inspiración se traspasa, he visionado un cortometraje para este poema; esta cabeza que no me deja dormir.

    Un saludo!

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  3. Te dejo hacer con el lo que te plazca, mientras me lo enseñes, claro.

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