domingo, 27 de noviembre de 2011

Domingo.

Claro que se agotarán del aljibe todas las musas literarias los domingos,
que se nos atragantará en la garganta una espina o un segundo,
y hasta las putas de piernas suaves nos parecerán aburridas.
Pero será porque nos acostamos sobre la pira, y nos quema
el cigarro a medias desde las nueve y pico de la mañana.
En los dedos cubiertos de cables he visto cerca de un millón de poesías,
todas ellas desnudas como los otoños o las calles.
Y en las carreteras hay millas de lenguas húmedas,
carteles sudados, cuellos en verso y en prosa.
Una tecla hará sonar el piano, rompiendo la alargada sombra de cristal,
que en fragmentos hará interesante hasta los silencios,
y no nos arrepentiremos ni del corte más soez de la garganta.
Sesga tus ropas con la desgarrada sangre del domingo,
y corre por la loma del mundo para que este pueda dar vueltas.
Si ves un pecho desnudo, dibújale una aventura.
Puede ser que para escuchar la radio necesites anestesia.
Pero si te aburre un libro de poesía, tal vez esté vestido.
Te daré un traicionero consejo: Abre deliciosamente sus piernas.
La idea es bajarle la cremallera a los largos días de domingo,
y trabajar con la lengua los poemas en blanco de lo que no hicimos.

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