A lo mejor no tendría que haberte escrito tanto.
Haber dejado que pasaras por delante
como el autobús.
Pero me es imposible no hacerle caso a mis sombras
ni a los puñetazos sobre mi pecho
que alguien me ha dicho que tienen nombre:
latidos,
pero estos deben ser perros que ladran
al pasar a tu lado.
Ellos deben comprender el peligro que supones.
¿En la piel de un animal será el instinto la verdad?
Yo no seré un perro...
Pero qué ganas tengo de morderte.
¿Hasta dónde somos animales y hasta dónde no?
ResponderEliminarEres genial, que pena que no puedan dársele bocados a los poemas porque me comería algunos tuyos.
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