miércoles, 28 de diciembre de 2011

Yo no sé escribir si no estamos hablando de poesía. Cuando estoy triste, no hay nada más fácil que coger una partitura y dejar ahí lacrymosa para que el mundo que sepa que lo evidente es tan evidente que me dan ganas de gritarle "estúpido" a la cara y volverme tan tranquilo bajo mi cama con el monstruo que lleva viviendo ahí desde los dos o tres años, y no me suelta por mucho que le diga que o me dice quien es, o se queda sin cena. Pero el monstruo lleva años muerto, y solo me queda su diario con un "por qué" en cada día de su vida.
Cuando estoy feliz, no hay nada más difícil que escribir porque sí, porque quiero escribir sobre ti, convertirte en los cientos de cuadernos desnudos y tomar como lienzo tu piel. Si grito, es para que me escuches. Si grito mucho, es porque me tienes que oír. Aunque salga corriendo a cámara lenta, la mancha de mis gafas tiene tu sonrisa, y soy incapaz de borrarla, y es incapaz de borrarse, por mucho que quiera, si es que querer quisiera, borrarte de mi vida.

Y ojalá mi lengua fuera de madera...

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