viernes, 20 de enero de 2012

"Declaración de intenciones"

-Sé que suena a típico, pero sí que se pueden cumplir los sueños –dijo él dándole un convencidísimo trago a su cerveza.
-Y dale… -suspiró ella.
-¿Qué? Es la verdad.
-Bueno… Es que no es así, tan fácil. Decirlo y ya está.
-Exacto. Es decir, tú no puedes simplemente pretender que un día venga alguien y te diga “mira, te está escuchando medio mundo y el otro medio no porque no tiene internet”. Hay que ir viendo las posibilidades y trabajarlas. Llegó un momento en el que el hombre, harto de decir que quería volar y viendo que no le salían alas, se las fabrico. Durante décadas fracasó, pero poco a poco fue descubriendo un método u otro para surcar los cielos. Es así de simple. La ciencia es la herramienta de los sueños, la imaginación es el plano.
-Menudas cosas dices.
-Y por supuesto, tengo mucha imaginación para ti.
Él levantó la ceja y consumió lo que quedaba de cerveza mostrando una pícara sonrisa, propia de estar maquinando algo, la actitud como engranaje para que circulen las tuercas, o pilas para activar el aparato. Un reactor nuclear sonando como música industrial.
-A ver, cuéntame cuál es tu plan –preguntó ella con cierto tizne a desesperación y un ligero toque a diversión, dos teclas opuestas para la misma nota.
-¿Cuál es tu sueño? –asaltó inquisitivamente como el humo a los ojos.
-Yo no tengo ningún sueño.
-Es normal, es temprano todavía.
-¿Es eso un chiste? Qué malo –estrategia de retirada rápida e indolora a un centímetro o dos más alejada del personaje.
-¡Venga! Dime, ¿cuál es tu sueño?
-¿Cuál es el tuyo? –acudió ella rápidamente.
-Cumplir tu sueño.
-¿Tú crees que yo soy tonta?
Enarbolando la botella vacía y tras plantear dicha cuestión él apuntó a la contrincante.
-¿Es eso una pregunta retórica?
-De verdad, qué paciencia.
-Pero te lo pasas bien.
-Pues no – ella hinchaba las mejillas como un pez globo.
-Un poquito.
-No te pierdas y dímelo, que siempre acabas dando mil vueltas para la mayor tontería. Y mira que es sencillo.
-¡Si es que no me dejas!
-Venga –ella alargó la e como el zumbido de una avispa.
Él estirando el cuello dio bisbiseos intranquilos en busca de la criatura normal y servidora llamada camarero, que zozobraba por otras aguas ajenas a ese mar turbio. Si bien, viéndolo desde otro punto de vista, en la mesa de al lado dos amigos futuramente desconocidos hablaban de fútbol. Algo más allá un grupo de amiguitas que gritaban al unísono fingían tener cosas en común para estar unidas hasta que una tuviera novio, otra se fuera de la universidad, otra se pegara un tiro, y otra se quedara sola. Un chico frente al escenario, de pelo largo y mirada afilada, echaba vistazos al escenario como quien suelta migas de pan a las palomas en un excelso y exagerado arte de parecer anónimo y en otro mundo, vestido aún con un largo abrigo en un sitio cerrado. Ese sitio, tenue de ladrillos y alarmante en precios, reunía a los más altos y descarados perroflauta ídolos de la ciudad. Claro que, al ser un sitio de denominación de origen tratado durante meses en barril era prácticamente normal que fuera tan costoso. Un tercio dos euros. Abajo el capitalismo, decía una pegatina a la entrada. Una señora mayor con su amiga, también señora mayor, se refugiaban entre ellas para no decir que su vida había sido en realidad una puta mierda. Las novelas no dicen nunca la verdad. Al fin pudo entablar contacto visual con el mesero para pedir otra cerveza.
-Cómo me gusta beber cerveza a ritmo de B. B. King… Pero tengo una duda… ¿Rock me baby es suya? Es que creo que Hendrix tiene otra…
-Venga…
-Que sí, eso. No, no te voy a decir nada. Tienes que dejarte llevar y ver cómo llega tranquilamente –él movía los brazos y el cuerpo como si fuera una tranquila y apasionante ola, aunque ella lo veía como si fuera un terrible y desafortunado tsunami.
-Es que no quiero que hagas nada. Porque no hay nada que hacer.
-No me lo creo.
-Pues créetelo.
-¡Que no me lo creo! Hay demasiadas posibilidades en el mundo como para quedarme ahora mirando al cielo sin hacer nada.
-Y hay demasiadas estrellas en el cielo como para querer hacer que una brille más que las demás. No puedes hacerlo.
-Sí que puedo.
-Estás loco.
-Ya, pero eso ya lo sabías. Mira, tú no te preocupes. Déjamelo a mí.
-Haz lo que quieras. Total, nada de lo que te diga te va a hacer cambiar de idea –resolvió cortante echando su larga melena hacia atrás.
Quizás ella no lo entendiera, pero había algo que él sí y que en cierto modo no podía explicar. Extendidos y escrutados minuciosamente, cada uno de sus cabellos guardaba una melodía maestra que tronaba con el rugir de la tormenta. El martilleo del agua, las teclas de los pasos, el cambio de llave con suspiros u ojos cerrados, manos al viento en busca de abrazos y armónicos envueltos en golpes de garganta con tan solo el aire que pudiera rebatarle. Si lo sumara al suyo propio, las ciudades se inundarían. Se añadiera además aquellos que la visitan de soslayo, el mundo quedaría sepultado bajo el agua. Y el agua es vida. Pero, claro está, siempre nos quedará el terrible miedo a ahogarnos, el de no saber beber o quizás el de no saber nadar. Y con tanto quizás quizás quizás nos forjamos reglas, con estas reglas murallas hasta que alcanzan nuestra vista y nos tapa lo que hay al otro lado. Sin embargo la melodía seguía ahí, solo en una pequeña parte de ella, la más alejada y oscura, más dueña del viento, de las tempestades, de la absoluta voluntad de una naturaleza extranjera que de la propia. Lo que había más allá, como dedos masajeando y acariciando una cabeza cuya piel llega incluso a los pies, era blanco y desconocido. Simplemente –como si la simpleza tuviera cabida en algún lugar –con ser un buen estratega podrías acercarte y descubrir todos y cada uno de los secretos que te podría contar. El secreto de encender de una vez los sentidos, y todos de golpe.

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