A mi Irene Adler particular.
Apenas si te he mirado y mis ojos se desmenuzan.
Tu piel es el tiempo y el tiempo es la gloria.
Te vuelves fría, te vuelves témpano y te alejas,
intercalando tu sombra que aplasta a la mía.
Que apenas me has tocado y ya me tocas,
que apenas me has sabido y ya me sabes,
y te revuelves como en una danza estando quieta
y es lo más hermoso que haya visto nunca.
Te quedas a un paso y los caminos se borran,
y cuando te vas alejando la literatura me guía.
Las llamas no crepitan, se han quedado sordas.
Acercas el carbón cándido a mis manos sudorosas:
desnudándonos en silencio, nos convertimos en ceniza.
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