viernes, 27 de enero de 2012

Track 3, primera parte.

Extensible a todo tipo de géneros, el ser humano es tonto y confunde conceptos. Hablando como raza en general, todos callados y rendidos en su sitios, atentos a que algo pase. Esa manía de que no sucederá nada gracias a uno, y que uno no puede cambiar el mundo.
Había terminado su milésimo poema y su intención no era, para nada, hacerse un famoso poeta. Más que nada, porque un poeta nunca sería alguien famoso hasta días después de haber muerto. Él nunca dirá de un cadáver lo hermoso que era, prefería hacerlo en directo, como si esa persona formara parte de un escenario.
Cliqueaba una y otra vez. La pantalla se movía. Sus ojos permanecían fijos. Los poemas se escribían. Tan solo le despistaba el molesto ruido de la música cuando no sonaba. Las imágenes se sucedían, los números se desplazaban. Sus pupilas rotaban sobre sí mismas como un cinematógrafo.
Tratándolo de imposible, se puso en pie frente al espejo y comprobó su propia barriga, sus propios brazos, sus piernas. Demasiado grandes. Aunque en detrimento a sus intenciones eran realmente pequeñas, como la mina de un portaminas, incapaz de soportar la presión de una excelentísima literatura.
Si fuéramos conscientes de que el hombre puede aplastar el edificio más grande con el breve forcejeo de su mano contra una palanca, no le tendríamos miedo a las formas de las nubes, ni a las imposibles curvas de una carretera recta que olvidamos al comprobar que se pierde por el horizonte.
Y pensar que hasta el sol tiene fecha de caducidad…
Se sienta y se siente como un Dios, destrozando a todo tipo de mujeres con un par de palabras. Juegos de malabarismos, animales de compañía, o familiares con cierto retraso a los que les dices que visitarás y luego, por supuesto, nunca harás. Extraña filosofía de vida. Pero el poder que la inocencia de esas criaturas te regala, es más poderoso que todo el viento de una azotea, pero mucho menor que el instante en que cliqueas y aparece esa imagen, ese perfil, en blanco y negro, de mejillas y cabellos, de gafas a oscuras, de pañuelos en la cabeza…
Apenas ha pasado un minuto y vuelve a estar como antes. Ha habido veces que ha aguantado la respiración más tiempo. Como esa. O esa. Quizás aquella vez. Una eternidad para unas imágenes que en realidad se sabía de memoria, como una boca, o la lengua de madera de un saxofón. Y si vas descubriendo música nueva con cada incursión, posiblemente estés terriblemente enamorado.
Cuando uno se hace viejo, el mayor miedo que sientes es el de no tener miedo a algo que te hace sentir.

1 comentario:

  1. Hola E. y gracias por tu visita y comentarios. Me gusta la atmósfera que tu mirada tan franca y desenfadada genera. Te sigo amigo mío. Te dejo un abrazo a plazos. ;)

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