jueves, 23 de febrero de 2012

Carta para una saxofonista Selmer.

Sonríe,
de ti dependen los árboles,
de ti dependen los muñecos de nieve,
el trampolín,
o los brazos abiertos de las aves,
la caída al pozo de una piedra
-no te preocupes, tenemos un cubo,
podemos salvarla-.

Ríe,
de ti dependen la pólvora
de los fuegos artificiales,
y de los fuegos naturales
de volcanes,
de las fuertes ráfagas de viento
que parten las manzanas
-no te preocupes, tenemos las ideas,
podemos salvarla-.

Grita,
de ti dependen los sordos,
de ti dependen los ciegos,
de ti dependen los mudos,
de ti dependen los insensibles,
de ti dependen los muertos,
-no te preocupes, tenemos tu voz,
podemos salvarlos-.

Y ahora,
abraza el saxofón con tus manos frías,
un gorro aplastado sobre tu cabello,
pero no te pintes los labios
ambos sabemos que no lo necesitas
para contarme los secretos
para callarte los silencios,
para decirme que por encima de tu hombro
si te beso
me odias
si te beso
y si te beso
y si me odias,
me odias.
Y si destrozo las formas
y si detrozo los sueños sacándolos
de los sueños
que caminan por tu cuerpo
-son dos dedos callados diciéndote cosas-,
me odias.
Y si hoy te sientas en madera
y mañana en cristal,
y si me señalas ese sombrero horrible
y si odias mi cabello
cuando ayer lo abrazaste
y si nunca la cama es para dos
pero es para ambos
de cuando en cuando
y me quedo
en lugar de salir huyendo,
y si te beso
y si me odias,
me odias.
Y si rueda la cinta
y te quedas dormida
y te cubro con la manta
a mitad de película,
y si te beso
me odias
-pero por la mañana-.
Y si crecen
jardines de rosas
aunque solo sean pétalos,
y para cada uno un cuento
o cada uno un poema,
y si te tropiezas y escribo,
sobre tu vuelo sobre la acera
y si me dices te quiero
y te tapo la boca
porque te beso
y porque me odias
me odias.
Y si te digo
que nunca llegues tarde
que nunca me persigas
que para eso está mi abrigo,
mi amigo
que te regala los abrazos
que soy la piel
que le falta a tu estufa
que gritamos juntos
tan fuerte
que las palabras se destrozan,
que corremos
desnudos
vestidos por dentro
por las laderas
que nos libramos del fin del mundo
contándole al diablo una anécdota
que nunca pierdes
que nunca llores
que nunca arranques flores
que nunca pienses que mis besos no te pertenecen
que estamos tan vivos
que estamos tan muertos
que estamos sordos
al silencio
que la vida se desmorona
con las fusas de nuestras boca
con los cuentos que te escribo
con los cuentos que te leo
con los cuentos que me prestas
Que si llega el fin de la historia
no nos importa
-no te preocupes, tenemos poesía,
podemos salvarla
si te beso
porque me odias-.



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