martes, 21 de febrero de 2012

El soldado caído.

Señor, ha caído un hombre  en la guerra.
Tenía una mujer, dos hijos, y una hipoteca.
Hace dos días llegó para él una triste carta.
Cerrada a los ojos, le delataban sus lágrimas.
Su amante le dijo adiós, por otro caballero.
Y el a su voz pintó, "Dime cuánto te debo".
Si al caerte mía me diste tanto
destrozaste tanto mis días con tus relatos.

Mensajero, guarde para siempre esa carta,
porque el fin del amor consiste en amar.

Señor, tal latidos inciertos su esposa no los sabría
Porque nunca jamás habrá infidelidad en la poesía.
Cayó en el campo de batalla disparando sus versos.
Se lanzó a por las balas, pidiendo tan solo sus besos.
Pero no cayó el hombre por la herida en la garganta.
Sería por no esperarle al otro lado de la batalla.
Su ojo se había tornado azul por ignorar el horizonte.
Por los suelos, hechos trizas, encontré su uniforme.

Hagámosle un héroe.

Él no querría.

Llevemos sus restos.

¡Nadie los quiere!

Recemos por él.

Dios no lo creía.

¿Qué le daremos?

Lo que tenía.

Solo lo que tenía.
Con un recuerdo ardiente
de un viaje de vuelta.
De una boca llena
de eternos poemas.
Y una bella canción
que jamás escucharía.
Fue un hombre sin patria,
repleto de vida.

Se le fue el amor
se le fue París
sin explicación
se fue a dormir.

Se le fue el amor
sin explicación
se le fue París
se fue a dormir.

Se le fue el amor
se fue a dormir
sin explicación
se fue a dormir.

Se fue a dormir
sin explicación
se le fue París
se le fue el amor...

Se le fue el amor...
Se le fue el amor...
Se le fue el amor...

<<¿Y te gustan más los labios
o las rosas? -¿Qué me importa...?
La rosa me sabe a beso,
el beso, me sabe a beso y a rosa.>>


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