lunes, 20 de febrero de 2012

Cuéntame otra vez

Papá cuéntame otra vez
por qué envejeces cuando escribes.
Por qué me dejas bajo la almohada
tantos cuentos, tan imposibles.

Niña mía, escúchame,
tendida, entera, bajo tus sábanas,
me salen canas al saber,
que me echarás de mi casa.

Jamás te echaré,
¿qué haría yo sin tus cuentos?
si solo me entra el sueño
cuando te oigo cantar.

Dulce niña mía,
algo siempre te he querido decir,
atenta a mis palabras
pues se me rompe el alma...

Cuando crezcas ya verás,
abriré la puerta para irme.
No volveré jamás,
pero siempre te querré.

Escribo tanto para ti,
para tus pupilas de marfil,
y cuando tu pecho se sienta triste,
tiéndete en tu cama a leer

todo lo que una vez te di,
y no olvides que podíamos volar
por los cielos grises
en donde la lluvia era nuestra.

No dejes nunca de soplar,
puedes crear un incendio
y todo bosque debe arder
para aprender a vivir.

No vuelvas nunca la vista atrás,
ni deshagas ningún camino,
pero arrepentirse y no decirlo,
será tu peor enemigo.

Si una lágrima cayera
mis páginas utilizarás
como un beso en la frente.
Si tu cuello se estremece

y no solo con mis versos
tenlo cerca de tu abrigo
¡no lo sueltes, tenlo preso!
Si descansa la persiana,

si la almohada te traiciona,
abraza sus palabras con tu piel.
Recuerda que los recuerdos
amarán siempre el ayer.

Pero si un día te hace falta
que te grite en voz alta
los versos que te quise susurrar,
llama a mi puerta tranquila

con tu sonrisa distendida
yo traeré galletas y un té.
Mi mano será la misma para ti,
mi pequeña niña...

Papá cuéntame otra vez
por qué me escribes tanto.

Porque tú me lo pediste
al cerrar con fuerza tus labios.

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