Trescientos diez mil setecientos noventa y dos kilómetros.
Yo lo sé.
Lo he ido calculando con esa fórmula metamática perfecta:
Los surcos.
Eran rojos, cálidos en invierno, insoportables en verano.
Eran surcos
y decían trescientos diez mil setecientos noventa y dos
kilómetros.
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