Luego las piezas, en casi un cuadro, a falta de unos huecos son derribados por el mismos suspiro que poco a poco ha ido dejándolo en su sitio. Se queda en el suelo. El desorden, aleatorio en el suelo. No queda una sonrisa.
Pero... esas piezas... Ahora partidas... A rastras se reconstruyen. Se saludan. Entrelazan sus dedos -pero no por la calle, está prohibido mostrar sentimientos entre piezas-.
Sostenidas, las piezas deben estar calladas, porque una tiene que decir lo que no tiene que decir. Las piezas con palabras, unas valientes -afines a la estupidez-, y otras, en blanco, se dan la vuelta.
Al final nadie sabe qué hay, qué queda, ni si hay que definir el puzzle, para definir las piezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario