No estoy tan loco. Es solo casualidad.

-¿Empezar? Yo no empecé nada. Te cruzaste a medio camino, con tu historia a medio contar.
-Te lo habría dado todo. Pero entonces no serías tú. Nos hemos encontrado en el momento preciso, cuando ninguno de los dos necesitaba nada de ninguno de los dos.
-Yo lo había visto todo, pero cuando el todo tiene segundas partes son mejores que la primera.
-¿Si nunca me has tocado porque me duele el golpe aquí, en el pecho?
-Obsesionado está el viento, que se empeña en suspirar y no tiene a quién.
-El grito es el lenguaje de la soledad. Pero está muy alto, a otra frecuencia. Por eso nunca se escucha.
-La locura debe ser uno de esos virus a los que uno se acostumbra, como tu mirada, y que al final me acabará matando, como tu mirada.
-Corre. Cuando tengas a donde ir, cuando sepas a dónde, cuando te pisen los talones. Corre.
-Lejos. Yo ya estaba lejos cuando me alejaba. Porque estaba al final justo desde el punto de partida.
-No tenía nada interesante que decir. Entonces encontré tu oreja que encaja perfectamente con mi boca.
-No nos entendemos. En nada, salvo en lo inentendible.
-¡No me quemes! Tus manos deben estar a cien grados. Un segundo más, y me descongelas.
-Caminar es otra forma de soñar.
-Hay segundos que son como agujetas en los músculos. A veces los tengo hasta en los ojos. Hasta en el cabello.
-Exactamente. Una puerta que se cierra a veces es una invitación a pensar que el fin del mundo no es para tanto.
-Las musas de hoy en día visten vaqueros y dicen que sí con un beso.
-¿Que si escribo? ¿No me ves? Tengo los ojos manchados de tinta.
-No sé en qué momento aprendí braille, ni en qué momento lo dejaste en ese rincón, entre los labios, junto a tu lengua.
-¿Dónde está el aparato que avisa de las catástrofes naturales? ¿Tan inevitable era nuestro encuentro?
-Si me dejas caer, me dejarás dos poemas rotos, un beso fracturado, y unas cuantas cartas perdidas.
-Si fuera un perro me habría quedado ciego de tanto besarte.
-Hay poemas que me duran menos que esta copa.