miércoles, 14 de marzo de 2012

La tormenta.

He llegado aquí tras conquistar la tierra,
y he descubierto que un hombre muerto no tiene miedo.
Que los hombres tienen dos tumbas
y por ambas caminan.
Los animales de compañía cuidan de sus dueños
y salen de paseo.
A veces, incluso, los puedes ver sacando la lenua.
Pero la bestia en el mar se inunda
cuando la mano del hombre suelta la cadena
y parte al mar la barca
que lleva al naufrago en sus brazos.
La marea canta haciendo camino.
El engranaje se desdibuja
y aparece el ojo.
El ojo que destruye la rueda.
El ojo que destruye la nube.
Tumbado en esta barca el ojo me contempla
e inclementes sus manos me agitan.
¡Casi puede mirarme
                                 como yo la miro!
La caída ocurre como una lengua que te aparta del paraíso.
Mi destino es un chasquido.
Mis dedos se quedan huérfanos sobre el último tablón de madera

pero estoy vivo.




Algún día
               mis huellas
                                llegarán a la orilla.

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