miércoles, 25 de abril de 2012

El camino del hombre recto está plagado de baldosas
del color gris de los periódicos.
Veo la curva cóncava que pide las primeras monedas,
pero no el ruido de tambores.
Aunque uno ya está acostumbrado a los billetes mojados.

Los edificios gigantes
me recuerdan que sólo se llega a la luna
si es de noche.

Pero si ya una sombra aplasta,
no quieran escuchar el viento.

Si cruzo el paso de peatones salvaré la vida.

La de alguien.

La curva cóncava devuelve una moneda reluciente.

Acabo de salir de la carretera
y el sol

sonríe.

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