lunes, 4 de junio de 2012

Datos irrelevantes.


Hay un dato irrelevante en esta historia, y sin embargo, es el más extraordinario.

Antonio fue a comprar el pan. Fue a comprar el pan vestido, con las gafas bien puestas tras soplar un par de veces, y pasarle una servilleta.

Antonio pagó a la panadera de más, esperando las vueltas con una sonrisa más. Había sacado el dinero de su bolsillo automáticamente.

Antonio volvió entonces a su hogar, con dos barras de pan, las gafas limpias y bien puestas, y calor. Mucho calor.

Cuando fue a abrir la puerta, comprendió que algunas necesitaban una llave. Una llave traída de casa, o del hospital del que proceden las llaves.

Antonio fue entonces a llamar por el móvil, justo en el instante en que la mujer de su vida pasaba a su lado. Algo consternado, no le dio importancia.

Las llaves se estaban pegando una juerga junto al móvil, comprendió. La infidelidad le cayó como un puñal.

Contemplando la cabina, comprendió que sin monedas, no había gloria.

Para cuando apareció su vecino habían pasado trescientas diecisiete personas frente a él, y descubrió que todos llevaban el mismo coche.

-¿Por qué no le has pedido el móvil a la camarera? –quiso saber el vecino un instante antes de dejárselo. -¡Vaya! No se me había ocurrido.

-Vaya… Para ser un músico reconocido mundialmente eres un poco despistado. –Sí… Gracias, por cierto. Voy a llamar al cerrajero.

Este hombre en realidad llegaría a tener dos mil quinientos años. Luego, se olvidarían de él.

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