miércoles, 19 de septiembre de 2012

Balcón en Praga

Recuerdo a un profesor que me decía

"De aquí a dos días me jubilo.
Este año no me han dejado libre.
Me han dicho que debo quedarme.
Pero cuando me vaya
me iré a un balcón de Praga
a ver mis últimos años
como las páginas de un libro
al que no le prestas mucha atención
pero te ha enamorado toda la vida.
Cuando cierre los ojos,
el amor dejará sostenido el libro
sobre mi regazo
y yo estaré sostenido sobre el regazo
del amor, con esos ojos...
Con la conciencia entonces
de que los ojos no envejecen,
de que son máquinas del tiempo.
Y yo recordaré libros quemándose,
¡en la universidad, sí!
¡La universidad en llamas!
¡Los despachos contienen profesores de ignorancia!
¡La sapiencia se derrite en las chimeneas!
¡El humo es la sangre de los poetas!

Antes era un hombre de ilusión...
Ahora sólo me queda Praga y un balcón...
Y una mujer joven, 
que sostiene en los ojos máquinas del tiempo,
a la que hace varios Quijotes que no le pregunto
¿sigues amándome
a mí
que sólo te di lo que tiene cualquiera?
¿Que dejé de escribir,
que dejé de hablar?
Sólo la contemplo.
Pero cuando muera y me abran el pecho
para dar explicaciones
huirán mariposas con tu nombre,
que no dirán nada.
No soy más que un hombre callado.
Y es que un hombre callado
es un hombre perdido."

Murió un mes más tarde.
Sólo hubo balcón en Praga
en los sus ojos...
Ventanas a otro tiempo.

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