Yo no las hice, pero las tengo.
Las hicimos juntos.
El beso a los pies de un banco
en una bahía de Cartagena.
Tras tantas reglas por fin estallaba la revolución.
La sostuvimos tanto tiempo
que cambiamos el mundo,
el de ambos, tú me lo dijiste,
nunca fue el mismo, nunca.
No eramos un caramelo
pero sí que eramos bocas.
¿Sigues saltando en la Rayuela?
¿Sigues dando tumbos bipolares?
¿Sigues loca como entonces?
Tan increíblemente loca,
confusa, contrariada como
ese "quédate" a tientas,
de la primera vez que no dijiste
que me echarías de menos.
¿Ves los cuentos, los poemas?
¿Ves la rosa que cuelga?
¿Ves todos los besos tuyos?
No pudiste callar las palabras.
Tú me las dijistes porque
yo te las decía todas,
para siempre, una y otra vez.
Inventamos los enfados.
No eras capaz de resistirte
a robarme uno de mis cigarros.
No pude evitar escribir
tantas veces, tu nombre,
con tantos nombres diferentes.
Ni pude evitar los dulces,
diminutas galletas atrapadas
en una caja de doce.
Estaban todos contados.
¿Sigue la catedral nuestra?
¿Sigue el saxofón encerrado?
¿Sigue el sueño dormido?
Elvis me acompaña en el papel.
Audrey me acompaña en el suelo.
Y los versos que te compuse
subido en aquella silla,
querida mía, particular Itaca,
recorrerán siempre tu pared.
Terminamos la revista,
tú armada, yo desnudo.
Tú amada, yo desnudo.
Y cambiamos tantas letras...
y acabamos tan mudos...
Estas son unas pocas fotografías
que salvaría del fin del mundo.
Yo no las hice, pero las tengo.
Las hicimos juntos.
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