miércoles, 4 de abril de 2012

Acallar

-Mírate, que no sabes ni qué canción poner...
El chico miraba distraido el tocadiscos. Ya había echado la moneda y algo dentro de él le urgía a, con cierta tranquilidad, elegir de entre todas las opciones.
-Déjame tranquilo -aunque en realidad no se lo tomaba muy en serio.
-Pon una que nos guste a los dos.
-No hay nada que nos guste a los dos.
-Vaya, cierto. Pues pon algo que no nos guste a ninguno.
Resoplar era un ejercicio de relajación puesto de moda por aquellos seres capaces de mostrar esa reverencia casi animal designada como respeto. El chico quería morder, pero era más adecuado guardarse los dientes en la mochila, en el bolsillo pequeño, con la pelusa y algún poemario con un par de poemas marcados con tinta azul, y otro pocos, muy pocos, por el aliento.
-¿Te decidirás algún día?
-Sabes que no. Sabes que le daré a algún botón y sonará algo que, en cierta manera, me convence.
-Y acabas de resumir parte de tu vida.
-Cállate de una puta vez -espetó el chico con tranquilidad.
-Y así acabas de resumir la otra, acallando a tu conciencia.
Y el chico disfrutó de la hamburguesa, sólo.
Lo ponía, en rosa, en el folleto.

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