jueves, 5 de abril de 2012

Contradicciones poderosas.

Los dedos pendían a dos palmos del techo, desnudos hasta las rodillas, desnudos hasta los ojos que se mostraban completamente desnudos. El cuerpo sometido al acecho de la pared y la espalda, viento hecho carne, mostrando sus puntos débiles. Pero eran sus puntos débiles los mismos que sus puntos fuertes.
Ella se dio la vuelta. Las ascuas de los ojos, de la boca, la gran ascua de la lengua, ordenaban.
-Aquí está mi punto débil -ella apresó las manos de él y la llevo hasta sus pechos-. Mátame.
Tocar a veces puede ser un gemido. Cerrar los ojos, por el dolor que causa la piel. ¿A qué temperatura estarían sus pezones si se derretían sus labios al rozarlos? Ella gritaba como si acabara de nacer, y el grito eran ramas entrechocando, un relámpago prolongado, árboles navegando durante la tormenta a punto de partirse por la mitad.
-Discutamos -sentenció ella llevándoselo a su rostro-. Puedo darte el poder con una mano, que acaricie como una serpiente de mi cuello hasta mis piernas. Pero...
-¿Pero qué?
-Pero nunca llegarás a mis piernas.

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