XLIV
Él caminaba
por las calles. Caminaba, con sus dos piernas peludas pero vestidas por encima
de la pierna y del vello. Él miraba con los ojos, con las pupilas, con el tránsito
de electricidad que el exterior producía en información hasta el cerebro. Y
tenía voz, una voz timbrada por cuerdas vocales que sabían cantar sin canción.
Por eso,
cuando él subió al banco, y dijo
Hasta donde
pude llegar por verte.
Pude
comprarte un billete de ida.
Adiós, te
dije, a capítulos tranquilos.
Pero en
realidad mis declaraciones de amor
Eran mítines
políticos que nos hacíamos
El uno al
otro, haciendo bailar las banderas.
Construimos
infinidad de puentes con nubes.
Y paseamos
sobre ellos como diciendo
¿Quién ha
dicho que no se puede vivir
De ilusiones?
Y por eso,
lo mataron. Los que tuvieron oídos se quedaron mirando. El hombre yacía muerto
en el suelo, pero no su poema. Su poema caminaba, con sus dos piernas, pero
desnudas. Con sus ojos, y sus pupilas que daban información, hasta el cerebro.
Y tenía voz, una voz timbrada por cuerdas vocales que era canción, sin saber
cantar.
Es una dulce tentación el visitarte amigo. Aquí converso con el alma. Me disculpo por la ausencia, el tiempo me mantiene como al Capitán Garfio con una sola mano disponible para enfrentar al mar. Mis peques terminan el lunes sus examenes finales y yo recién mis responsabilidades laborales "expandidas". Un fuerte abrazo corazón de león.
ResponderEliminar