jueves, 11 de octubre de 2012

Nací señalado y sin distinción - Primera parte - Entrevista a Juan Torres


Como un saxofón que no duerma contigo. Así debe sentirse una madre tras dar a luz a su niño.
En este primer programa nos hemos trasladado al lugar del que parte todo: Un hospital. Pero más concretamente, y lo que marca nuestro futuro, la sala del Descubridor, aquel personal médico que indica cuál es la habilidad, el don, con el que nace cada uno, algo fundamental para entender la sociedad en la que vivimos.
Primero nos reunimos con el director de departamento de Historia Antigua de la Universidad de Murcia, Juan Torres, para ver por encima cómo se enteraba antiguamente uno de su capacidad, cuándo empezó a regularse…
Surgimos de entre las calles y queda la catedral murciana a nuestra izquierda. Nos acompaña. Como si nos guiara, cubriera del sol, con sus fauces gigantes cerradas, sus párpados, custodiados por santos, las artes, los ángeles… Y la gitana, de varios minutos de anchura, con su vaso del Mc Donald bañado de unos céntimos.
-¿Cómo se han ido descubriendo los poderes a lo largo de la historia?
-Pues desde el inicio de los tiempos lo que se creía, porque era una creencia, es que sólo los elegidos tenían algún don. Sólo los más llamativos, y muchas veces sólo estaba bien visto en los hombres. Me explico: Un hombre de tres metros era propio de merecer una característica de Dios. Pero una mujer cuya voz volviera locos de amor a los hombres de manera incondicional era un pecado.
>>Esto se vio diferente según las culturas. Hay textos egipcios que hablan de la hija de un faraón que se convertía en gato, y claro, la intención de matarla se vio suprimida por una orden del faraón que dijo que si era de su sangre no era mal mostrar habilidades, literalmente lo pone, y que desde entonces los gatos adquirieron un matiz muy importante en la sociedad. Pero si tu sangre no era real y eras una mujer, podías darte por muerta.
>>Esta situación se tradujo un poco a las épocas que fueron apareciendo, con algunas excepciones que permitieron a las mujeres participar en guerras, porque antes, claro, lo que llamaba la atención era esto: Lanzar bolas de fuego, convocar una tormenta que lanzara a la armada invencible al mar… Todas esas cosas que de verdad se puede demostrar y se puede ver.
-¿Y la quema de brujas?
-Eso fue una risa. Eso eran venganzas. Tienes que tener en cuenta que el 90% de los poderes no se ven, pero lo de la quema de brujas fue una salvajada. Era un ojo por ojo. Un día tú acusas a mi mujer de ser bruja, la quemas, y luego yo a la tuya, y el marido de la última señala a la hija, pero es que la hija tenía un amante que decide señalar a la hermana del marido de… Hasta que se paró.
-Pues vaya, menos mal que en algún momento pararon…
-Bueno… La historia ha demostrado que queda esperanza al descubrir que algún momento alguien parará de hacer daño.
-Y hablando de descubrir, ¿cuándo empieza a crearse la figura del descubridor?
-En algunas tribus ya existía esa una figura que decía y aconsejaba a los demás sobre qué hacer con su vida. Los señalaba como guerreros, o cocineros, narradores… Pero donde se hizo por primera vez de manera más formal frente a una sociedad más amplia fue en Japón. Las familias presentaban a sus hijos a un “descubridor”, al Hakken-Sha, y los enviaban a una orden bushi para convertirlos en samuráis. Y del primero que se tiene constancia es sobre el año 800. Aquí hasta mediados del siglo XIX no se hizo caso.
-¿Año 800? ¿Y si su poder no era dado a ser guerrero?
-Pues no importaba porque se decía que cualquiera podía ser un buen guerrero si mezclaba su arte con el de la espada, que era un don supremo que tenía que aprenderse.
-Vaya, al contrario que ahora, que si tu poder no tiene nada que ver es complicado que te adjudiquen ese trabajo.
-Y por eso los padres se lamentan más ahora que durante la época antigua de Japón.
-Pues mejor nos vamos a ver a una familia que acaba de tener un hijo, a ver qué nos encontramos y lo vivimos de primera mano.
-Pues perfecto, suerte.
-Gracias, Juan.
-A vosotros.

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